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miércoles, 30 de octubre de 2013

Defensa participativa: herramienta del CDMCH para la organización de las mujeres en las comunidades chiapanecas

Durante la entrega del módulo 8 de la escuela de defensoras y promotoras comunitarias de derechos humanos realizada en la sede central del CDMCH en San Cristóbal de las Casas, mujeres de la región Norte y Altos compartieron sus experiencias y reflexionaron conjuntamente alrededor de los tipos de violencia contra la mujer, especialmente la violencia feminicida, y cómo la construcción de una defensa participativa puede ayudarlas en sus comunidades a organizarse y hacer frente a este problema, que cada vez cobra más víctimas y convierte la vida de las mujeres en más insegura.

El objetivo de la escuela fue lograr que las compañeras conozcan, apropien y logren practicar la defensa participativa en sus comunidades, para que puedan así analizar la violencia contra las mujeres en diferentes niveles: en sus hogares, en sus familias, en la comunidad, en la región y en el país, para a partir de allí realizar acciones organizadas contra la violencia feminicida.

La defensa participativa es una herramienta que el CDMCH promueve en las comunidades a través de las mujeres que forman parte de sus colectivos de promotoras y defensoras comunitarias, que les permite analizar situaciones de violación de derechos humanos, sus causas, manifestaciones y consecuencias, y elaborar propuestas de acción conjunta y organización frente a esta problemática.

Como reflexiones importantes que surgieron a partir del taller y de la metodología participativa, los tipos de violencia a que más están expuestas las mujeres son golpes, no ser tomadas en cuenta, no ser escuchadas, ser despreciadas, obligadas a hacer cosas que no quieren, faltas de respeto, ser tomadas como juguetes u objetos, violencia sexual, exclusión, presión social a través de chismes y habladurías y los feminicidios.

Estas violencias crean tristeza, enfermedades, preocupación, altos grados de estrés y depresión (falta de apetito, llanto, dolor de cabeza) e incluso llegan a provocar suicidios.

Como una de las raíces de estas violencias se ubican los usos y costumbres propios de las culturas indígenas chiapanecas, puesto que a pesar de que cada comunidad muestra rasgos culturales y sensibilidades particulares, la opresión de las mujeres se presenta en la gran mayoría de ellas, evidenciando que el patriarcado es un sistema de opresión generalizado, que ha tomado matices especiales en las comunidades indígenas, donde se educa a los hombres para mandar y subvalorar a las mujeres, no reconociendo su igualdad en derechos; estas creencias y costumbres se han trasmitido de generación en generación, a través especialmente de la religión.

Todo esto ha generado culturas en las que el miedo ocupa gran parte de la vida de las mujeres, miedo a salir solas, miedo a hablar con los hombres, desconocimiento y miedo ante la sexualidad, miedo a expresar las opiniones propias, etc. Así mismo, fuerza a las mujeres a asumir el cuidado del hogar y la maternidad como un mandato, sentir que se nace mujer para dar a luz a las criaturas, una después de la otra, levantarse a preparar el desayuno, hacer los quehaceres del hogar y vivir en función de las necesidades de los hombres. Los maridos deciden cómo se visten, cuándo salen, qué pueden hacer o no hacer. 

Otra de las reflexiones giró en torno a la falta de acceso e impartición de justicia por parte del gobierno, pues los casos de violencia no son investigados apropiadamente y no se castigan los feminicidios y otras agresiones, sino que quedan en la impunidad. En México, el Ministerio Público es la única autoridad que puede realizar investigaciones de estos casos, y esto hace que aún cuando desde las comunidades o las organizaciones civiles se puedan aportar datos, el acceso del MP hasta las comunidades es escaso; no hay reparación de daños y la violencia contra las mujeres se caracteriza por su impunidad. 

Como actividad de cierre, las compañeras prepararon una breve representación teatral en la que reflejaron su visión de la realidad de sus comunidades, cómo son tratados los casos de violencia cuando se presentan, cómo muchas veces se les culpa de la violencia y agresiones que reciben (es su culpa por provocar, por no hacer caso, por no obedecer). Luego de este ejercicio las participantes se comprometieron a continuar creando redes de defensa participativa en sus comunidades, promoviendo y defendiendo los derechos humanos de las mujeres. 

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